apreciada por
um eminente
critico espanho
Diana de Liz es el nombre ya epitáfico de una mujer de espíritu delicado y sensible, que pasó ligera por la vida, soñando, amando y escribiendo cosas que nunca sintió prisa en publicar y que, en su mayoria, le han sobrevivido inéditas. Páginas finas y bellas, en las que iba cuajando la escritora y que ella nunca quiso tomar muy en serio, cual si instintivamente repugnase toda actitud profesional. No obstante sentir la brevedad de su vida, amenazada por un mal romântico y terrible (*)[1], no la sobresaltaba la prisa por la notoriedad y parecia asustarla más bien esa cosa falsa e imponente que se llama la gloria. Ultimamente, su vida estuvo toda entregada al amor, que acababa de revelársele absorbiendo todas las energias de su alma apasionada y tierna. Amor tanto más vehemente, cuanto que tuvo la rara fortuna de que le fuera revelado por un alma digna de la suya, por un hermano de ensueño, que en ella encontraba la compañera largo tiempo esperada, la realización de su mejor poema. Desde entonces, ella vivió para el amigo, se eclipsó más todavia, no obstante los alientos que
- ↑ Destas palavras e de outras que se encontram mais adeante, pode-se depreender que Diana de Liz sofria de alguma doença pertinaz e incuravel, como a tuberculose. Trata-se dum ligeiro equivoco do eminente critico espanhol que assina este artigo, pois Diana de Liz esteve doente apenas durante os sete dias que antecederam a sua morte, ocorrida a 30 de Maio de 1930