assinar. Çomo o poeta de Elvira, afiança ele a imortalidade à sua amada:
Los dos lo hemos jurado para siempre!
Nada puede en el mundo separarnos;
Consolarnos los dos, los dos amarnos,
Debemos en el mundo, caro bien.
A pesar de las críticas vulgares
Los cantos de mi lira serán bellos,
Inmortales quizá... yo haré con ellos
Diadema de armonías a tu bien.
Eses cantos son tuyos; son las flores
Del jardín de tu alma. En ella nacen,
Crecen, aroman, mueran y renacen,
Que es un germen eterno cada flor.
Yo recojo el perfume, y transvasado
Del alma mía en el crisol intenso,
En estrofa sublime lo condenso
O lo esparzo en un cántico de amor.
Mi amante corazón es una selva
En sombras rica, en armonías grata;
Y el eco anuda y a su vez dilata
Con la canción que acaba otra canción.
Lira viviente, cada nota alada
Vibra en sus cuerdas, su emoción expresa;
Ave incansable de cantar no cesa,
Tan poco el labio de imitar el son.
Oh! si pudieses asomar tus ojos
Dentro en mi alma! Si leer pudieras…
Cuántas odas bellísimas leyeras,
Cuántos fragmentos que sin copia están,
Todo un poema, en fin, todo un poema
Transfigurado, armónico, infinito,