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SONETOS.
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CCXXIV.

Oh cese ya, Señor, tu dura mano!
No llegues tanto al cabo con mi vida;
Baste el estar por ti tan consumida,
Que ya no se halla en ella lugar sano.
  Ay estraña hermosura! ay deshumano
Hado, á que nunca puedo hallar salida!
Si tú de tu piedad no eres movida,
Roto el hilo vital verás temprano.
  Un blando desamor, un amor blando,
Bien basta para un hombre tan perdido,
Que de su mal ningun remedio espera.
  Y si estimas en poco el ver cual ando,
Aqui me tienes ante ti rendido:
Viva tu gusto, mi esperanza muera.



CCXXV.

Dulces engaños de mis ojos tristes,
Cuan vivo despertais mi pensamiento!
Aquello que pudiera dar contento,
En sombra de pintura lo volvistes.
  De blando sobresalto enternecistes
Con vista arrebatada el sentimiento;
Mas no le asegurastes un momento
Aqueste vano bien que le ofrecistes.
  Veo que la figura era fingida,
Y no aquella que en sí mi alma esconde.
Aunque en esto se llega al natural:
  Así escucha mi llanto, así responde.
Así se condolece de mi vida,
Como si fuera el propio original.

Camões II. 8